Después de terminar, por fin, las clases del máster que me lleva de cabeza y de aquí para allá desde octubre, he pasado unos días en Mazarrón ya con la vista puesta en lo que vendrá «después». Sinceramente, hasta hace bien poco no tenía muchas esperanzas en el futuro próximo como todos comprenderéis. He elegido el peor momento para lanzarme al mercado laboral; un panorama de empleo escaso y mucha competencia donde los jóvenes, a pesar de estar muy formados, no tenemos muchas oportunidades. Y en medio de toda esta situación, me da por pararme a mirar a mi pueblo. Lo que me faltaba para la depresión. Cero oportunidades. No es que esto sea nuevo, de hecho me fuí fuera para buscar algo mejor, pero eso no quita que cada vez que vuelvo se me remueva algo por dentro de ver que no avanzamos.
Estos meses he conocido la costa del sol, tremendamente explotada desde hace décadas, igual que la nuestra. Empezando por Nerja hasta Estepona, exceptuando la ciudad de Málaga, toda la costa son pueblos de playa como el nuestro, que se han hecho grandes gracias a urbanizaciones y resorts que han ido creciendo a lo largo de toda la linea costera. La costa Málaga es mucha especulación y un disparate urbanístico tras otro. La riqueza y ostentación se mezclan con ofertas turísticas más asequibles, lo que atrae a toda clase de turistas e inversores en gran medida extranjeros. Hay imserso, ingleses, alemanes, madrileños, jeques árabes y empresarios rusos. Hay turismo todo el año, lo que se traduce en empleo. Andalucía no es precisamente el mejor ejemplo en cuanto a tasas de empleo, pero mi valoración personal de todos estos meses en Málaga es que allí al menos se puede sobrevivir. El turismo extranjero trae riqueza, se fomenta la creación de empresas y se atrae a multinacionales (tanto turísticas como de otros sectores) y la economía se mueve gracias a ese enfoque hacia el exterior.
La especulación y los disparates urbanísticos en Mazarrón son casi tan antiguos como los de Málaga. Pero allí al menos les ha servido para algo. Aquí llegan, se inflan los bolsillos haciendo casas en nuestro suelo y se van, o se quedan porque son de aquí y a vivir como jeques sin serlo. No hay turismo porque no hay oferta, no hay hoteles ni complejos que atraigan. No se atrae a empresarios para que inviertan en nuestro municipio, no se fomenta el turismo sostenible que de tanto provecho sería para los mazarroneros. Hace un par de días paseaba por la urbanización bahía y recordé como se llena de gente y de vida en verano, y me imaginé ese ambiente también en el mes de mayo, ¿por qué no? Creo que soy joven para perder la esperanza de que algún día en Mazarrón tengamos una gestión competente del turismo.
Con esta situación tan complicada, es de entender que los jóvenes nos busquemos la vida fuera de aquí. Desde mi experiencia, puedo decir que irme a Málaga finalmente ha merecido la pena porque me esta dando muy buenas oportunidades. La única forma de conseguir lo que uno quiere es luchar por ello, y al final todo esfuerzo tiene su recompensa. Pero Mazarrón necesita que la gente con estas ganas de luchar se quede, y sin embargo prácticamente se nos echa.