Volvemos a tocar en el auditorio, una vez más, pero con cambios notables en el grupo y en el ambiente. Han pasado años, nuestra banda ha crecido en número y en calidad musical y personal. La mayoría seguimos siendo aficionados, pero los años dan tablas, y madurez, y eso se nota en la forma de hacer música. Y se unen a nosotros nuevas generaciones que ya van tomando el relevo, así que la mezcla de savia nueva y veteranos jóvenes será interesante de presenciar en este escenario emblemático. La banda de hoy día es el resultado de un duro trabajo por parte de la asociación (de su presidenta) y un logro personal de Alejandro Castañeda. Después estamos los demás. El domingo será un día importante para nosotros, porque llevaremos un trabajo hecho con cariño y esfuerzo, y si además el resultado es parecido a cualquier otro concierto nos daremos por satisfechos. Por eso esperamos que vengáis a apoyarnos, para que llevéis con nosotros el nombre de Mazarrón al Auditorio y os sintáis tan orgullosos como nosotros de estar allí.
A pesar de los nervios que se pasan en esas bambalinas, tengo que decir que la explosión de emociones en esa mañana difícilmente se parece a ninguna otra experiencia que jamás haya vivido. En primer lugar porque los nervios dejaron paso a la música, se marcharon en cuanto Alejandro levantó la batuta. Disfruté tanto o más que en cualquier otro concierto, la banda sonaba y sonaba bien, y yo me lo estaba pasando en grande. Disfruté al ver a nuestros amigos entre el público, de ver a nuestros pequeños valientes tocando con nosotros en el auditorio. Al terminar el concierto sentí el oxígeno, el que respiraba yo profundamente de plena felicidad, y el que por fin, después de años, respiraba mi banda.